Alberto Virella, presidente de la Asociación de Diplomáticos Españoles (ADE), es un claro ejemplo de cómo el compromiso y la vocación pueden marcar la diferencia en el ámbito del servicio exterior. En el último programa de Empleo Público, Virella expone las posibilidades que ofrece opositar a la carrera diplomática y por qué él decidió tomar ese camino. 

Su trayectoria ha estado marcada por la sensibilidad social y la voluntad de transformar el mundo desde su posición. Con una carrera que abarca distintos destinos y responsabilidades, ha aprendido a navegar entre culturas, afrontar desafíos y defender la importancia de una diplomacia cercana y efectiva. 

El cambio como vocación

Nacido en Nazaré, Portugal, en el seno de una familia de origen catalán y portugués, el invitado no tenía claro cuál sería su futuro profesional hasta que en la adolescencia comenzó a ser consciente de las injusticias del mundo. El 25 de abril de 1974, fecha de la revolución de los Claveles, tuvo un profundo impacto en su visión del mundo hacia las transformaciones políticas y sociales. 

En 1982 obtuvo una beca del Instituto Español de Inmigración para estudiar Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. Pronto descubrió que esta no era su verdadera vocación: “No acerté con la carrera”, reconoce. 

Durante la carrera, en plan Guerra Fria, la estructura global rígida y difícil de cambiar le produjo una insatisfacción que le llevó a buscar una alternativa con la que pudiera generar un impacto: Opositar a la carrera diplomática. 

Una carrera al servicio de la diplomacia

En junio de 1989 aprobó, a la primera, la oposición para ingresar en la carrera diplomática. En ese momento, el mundo estaba a punto de presenciar un cambio histórico: la caída del Muro de Berlín. Para él, este evento fue una primera gran lección de diplomacia: «Nada está fijo ni es permanente. Debemos pensar en escenarios y en cómo cambiar el mundo».

Su primer destino fue Malabo, Guinea Ecuatorial. Desde ese momento, pasó por diferentes destinos y cargos. Virella ha sido subdirector general de Cooperación con América del Sur, director del Programa Indígena de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y Consejero Cultural y de Cooperación en la embajada de España en Cuba. 

Para el invitado, uno de los grandes desafíos en la cooperación internacional es hacerla más eficaz y centrada en soluciones reales: «Las grandes propuestas internacionales están bien, pero no cumplen completamente su propósito». Critica la tendencia de imponer soluciones externas a sociedades con realidades muy distintas, abogando porque sean los propios pueblos quienes propongan los caminos a seguir.

El rol de la Asociación de Diplomáticos Españoles

Desde su posición en la ADE, Virella ha abogado por mejores condiciones para los profesionales del servicio exterior. Subraya que la precariedad laboral impacta en la calidad de los servicios consulares, algo preocupante dado el creciente número de españoles que residen en el extranjero. Funciones clave como notarías, registros de nacimiento o bodas están saturadas, dificultando una atención óptima.

Además, participa en la iniciativa Transformando lo Público, en la que aboga por una Administración que ofrezca soluciones, fomentando la interacción con la sociedad y reconociendo la diversidad como un valor enriquecedor. También destaca la importancia de becas y apoyos para garantizar el acceso a la función pública a quienes enfrentan dificultades económicas.

Virella anima a aquellos que consideren el preparar una oposición: «Quien supere una oposición podrá contribuir a cambiar el mundo para mejor», declara. Su historia es prueba de que el compromiso, la preparación y la vocación pueden abrir puertas a una carrera diplomática llena de oportunidades y aprendizaje.