El debate sobre la excedencia voluntaria en la Administración Pública, lejos de centrarse en un simple receso laboral, debe enfocarse como una poderosa herramienta de enriquecimiento profesional y un conducto esencial entre lo público y lo privado. 

En el programa de hoy podemos ver como la trayectoria de Aurelio del Pino, funcionario del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado (TAC), encarna esta doble maestría. 

El rigor de la formación pública, una herramienta para el éxito profesional

Del Pino subraya que la base de su éxito reside en una formación jurídica amplia y diversificada, elegida no por azar, sino por la capacidad del Derecho para «entender la realidad y fijar las reglas de juego«. 

Esta oposición, exigente y de temario completo, no solo proporciona un conocimiento técnico ineludible de la normativa, sino que inculca una mente analítica, un rigor ético y una capacidad de adaptación cruciales para la alta gestión. 

La decisión de opositar, tardía y ambiciosa (realizada compaginando trabajo y familia), es un testimonio de la vocación por un servicio público que demanda rigor técnico y un deseo constante de aprendizaje y evolución.

 Del Pino optó de manera consciente por una «carrera horizontal«, priorizando la riqueza de experiencias en diferentes ámbitos de la Administración —desde la gestión de la descentralización de competencias en el antiguo INEM y la compleja transición tecnológica del Efecto 2000, hasta la delicada adaptación a la entrada del euro—. 

Esta ruta, en lugar de la escalada vertical que a menudo exige un compromiso político que puede limitar la independencia de criterio, lo convirtió en un experto en el proceso regulatorio y en la gestión integral de equipos y recursos en situaciones de alta presión. Esta acumulación de know-how en gestión pública fue precisamente lo que lo preparó para el gran salto: la excedencia.

Para Del Pino, esta no fue una pausa, sino la culminación lógica de su desarrollo, impulsada por el deseo de «conocer desde el otro lado de la mesa» y aplicar la excelencia de la gestión pública en un nuevo entorno. Un profesional con esta formación ético-técnica se convierte en un activo de valor incalculable para cualquier organización.

Colaboración público-privada para una normativa eficaz

El movimiento de Aurelio del Pino hacia el sector privado, concretamente a la presidencia de la Asociación de Cadenas Españolas de Supermercados (ACES), demuestra con rotundidad la transferibilidad de las habilidades adquiridas en la Administración. 

Del Pino enfatiza que las herramientas de gestión esenciales —la capacidad para concertar voluntades entre actores diversos, analizar propuestas normativas complejas, gestionar equipos y mantener un diálogo firme con el poder político— son sorprendentemente similares y eficaces en ambos mundos. 

La función pública, a través de su exigencia constante de actualización, forma a profesionales con una competencia superior en la toma de decisiones. Sin embargo, su reflexión más valiosa se centra en la necesidad ineludible de un diálogo público-privado sano y profundo.

Del Pino rompe con el prejuicio de la «alergia» del funcionario al contacto empresarial, defendiendo que la interlocución activa es vital, pues «no puedes administrar sin saber cuáles son las preocupaciones del administrado«. 

Esta visión dual, habiendo sido contratante desde lo público y ahora siendo parte de lo regulado desde lo privado, permite a Del Pino entender las reglas de juego administrativo con una claridad excepcional. El resultado es un diálogo mucho más fluido y constructivo, que culmina en la elaboración de normativas más eficientes, realistas y cumplibles. Este conocimiento bidireccional no solo beneficia al profesional al dotarle de una visión holística y pragmática de la realidad socioeconómica, sino que, como concluye de forma categórica, «es bueno para España«. 

Al romper los silos entre esferas, la excedencia dota al país de líderes capaces de tender puentes, inyectando pragmatismo en la gestión y rigor profesional en la empresa, mejorando así la calidad de las instituciones y la legislación en su conjunto. Por tanto, la excedencia se consolida como un mecanismo de enriquecimiento mutuo que moderniza la Administración con la visión de la realidad externa.